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COMPAÑERO RENATO ESPINOZA
5 de septiembre, 1942 – 18 de mayo, 2007

Por Alice Embree, traducción de Juan Emilio Herrera.

Es irónico que el 11 de septiembre de 2001 sea explotado por Estados Unidos como la razón para “promover la democracia” en Irak. En otro 11 de septiembre –el de 1973—la democracia fue desmantelada en Chile con la ayuda encubierta de Estados Unidos. Esta es una fecha que permanece en la memoria de muchos chilenos que vieron cómo los tanques rodeaban el palacio presidencial en su país y aniquilaban un gobierno elegido democráticamente. Renato Espinoza, quien falleció el 18 de mayo último a la edad de 64 años, fue uno de esos chilenos. El –por muchos años—mantuvo viva en Austin la historia de represión, resistencia y promesa democrática de Chile.

renato y loreto

Renato llegó a Texas en 1963, a través de un programa de intercambio coordinado por la Oficina Internacional de la Universidad de Texas. (Entre los tejanos que viajaron a Chile como becarios del programa estaban el congresista demócrata Lloyd Doggett, Dave McNeely, Ricardo Romo, Carol Keeton Rylander, Lowell Lebermann, Dave Oliphant, John Wheat, Sara Speights y la ex editora del “Texas Observer” Kaye Northcott. Yo fui parte del último grupo de becarios, en 1967).

Financiado con fondos del Departamento de Estado, el programa sufrió el embate de los cambios políticos que empezaron a suscitarse tanto en Chile como en Estados Unidos. Los chilenos eran dirigentes estudiantiles de izquierda y de derecha. Ellos solían confrontar a los tejanos con preguntas acerca de Vietnam y los derechos civiles; y las respuestas que se les daba no fueron bien recibidas por el Departamento de Estado o las autoridades de la universidad.

Renato regresó a Texas, con su esposa Loreto, en 1965 y obtuvo un doctorado en psicología en las aulas de la UT. Los Espinoza retornaron a Chile poco después de la elección del Presidente Salvador Allende, con ansias de ser parte del cambio prometido por el gobierno de la Unidad Popular. Era un tiempo de esperanza para muchos chilenos, hasta que vino el golpe militar. Renato fue arrestado en el norte de Chile, donde trabajaba en la administración de una mina de cobre nacionalizada. Sólo por fortuna y los esfuerzos persistentes de su familia, fue dejado en libertad. Aquellos que habían sido arrestados con él, en su mayoría, fueron ejecutados.

Con la ayuda de sus amigos en Texas, Renato consiguió una oferta de trabajo que le permitió volver a Austin con su esposa y dos pequeñas hijas. Tanto él como Loreto hallaron una comunidad de apoyo en una organización denominada Latin American Policy Alternatives Group. En septiembre de 1976, la brutalidad de la dictadura chilena explotó en las calles de Washington, D.C., cuando Orlando Letelier y su colega Ronni Moffit fueron asesinados con una bomba colocada en su automóvil. Letelier había sido el embajador de Chile en Estados Unidos durante el gobierno de Allende y –posteriormente—una voz muy eficaz contra la dictadura. Desde el Instituto de Estudio de Políticas Públicas donde trabajaba, Letelier había persuadido a muchos gobiernos para que redujeran sus inversiones en Chile. Ese éxito suyo lo convirtió en blanco del régimen de Pinochet.

Poco después de tales asesinatos, varios de nosotros formamos el Comité de Austin por los Derechos Humanos en Chile. Letelier había promovido la creación de este comité en la visita que hizo a Austin poco antes de su muerte. El comité ayudó a que se pusiera atención a los abusos que cometía la dictadura en Chile y organizó actividades culturales y educativas por más de una década. A través de este trabajo de solidaridad, llegué a conocer bien a Renato.

Renato fue un activista de gran talento. En la era actual, los activistas usan teclados y “listservs,” pero Renato poseía las habilidades que se usaban antes. El encantaba a los demás hablándoles en inglés o en español, descubría sus intereses e identificaba los diferentes talentos que ellos podían aportar a las tareas de solidaridad. Los derechos humanos en Chile fueron un tema que tocó las fibras sensibles de muchos de nosotros, a medida que nos informamos acerca del rol de Estados Unidos en el derrocamiento de un gobierno democráticamente elegido y en la instalación de una junta militar.

El primer gran evento que organizamos fue la proyección –en septiembre de 1977—del documental “La Batalla de Chile.” Era un material cinematográfico que había sido sacado subrepticiamente del país. Le habíamos pagado un depósito al Teatro Paramount, pero con entradas que se vendían a sólo US$ 2,50, era necesario repletar el teatro para pagar el saldo de lo que debíamos. El comité colocó afiches, distribuyó volantes en las calles, vendió entradas, despachó comunicados de prensa, escribió columnas en los diarios para promover el film y llenó el teatro con espectadores “sólo de pie.” Renato fue incansable, un líder que nunca trató de evitar ni las tareas más tediosas. Como comité organizamos también un buen número de otros eventos exitosos –trayendo conjuntos musicales internacionalmente famosos, como Inti Illimani y Quilapayún a diversos escenarios de Austin que iban desde el legendario Armadillo World Headquarters hasta Liberty Lunch y Hogg Auditorium, y coordinando obras teatrales y oradores invitados, uno de los cuales –José Miguel Insulza—es ahora Secretario General de la OEA.

Los proyectos solidarios de Renato cambiaron mi vida. El reclutó al artista gráfico Carlos Lowry –quien se había criado en Chile—para que diseñara afiches y folletos. Carlos se trasladó desde Dallas y se convirtió en el artista oficial del comité. Yo trabajaba como impresora en Red River Women´s Press, donde se imprimía todo el material diseñado por Carlos. Muchos afiches después, Carlos y yo nos casamos. Renato se vanagloriaba de ser el gestor de la pareja.

Si los Espinoza hubiesen sido únicamente activistas políticos, su impacto en Austin habría sido grande. Pero ellos eran mucho más. Eran anfitriones de muchas reuniones sociales en su hermosa casa de South Austin. Extendían sus manos para ayudar a latinoamericanos, feministas, Brown Berets y un amplio y diverso espectro de grupos progresivos; ellos veían el trabajo de solidaridad como una calle de dos sentidos. Además Renato se destacó en el trabajo creativo. Era un músico neto que actuaba a menudo en Austin con el grupo de folklore andino “Toqui Amaru” y que cantaba como segunda voz con Dan del Santo. También tallaba rostros y puños en cuescos de avocado (palta, en Chile). Hacía paisajjsmo y jardinería. Y creaba arreglos artísticos para su colección de conchas marinas recogidas en la larga costa chilena y en otras playas del mundo.

Como psicólogo, escribió trabajos para el Laboratorio del Suroeste para de Desarrollo Educativo y de la Infancia, que enriquecieron las vidas de niños y padres. Después de dejar esa institución, obtuvo el título de Master en Salud Pública de la Universidad de Texas y llegó a ser director del Centro de Iniciativas de Salud para Grupos Minoritarios, organismo dependiente del estado de Texas.

Después de 17 años de dictadura, vino el retorno a la democracia en Chile. Renato y Loreto ya eran ciudadanos de EE.UU. y sus hijas habían alcanzado la mayoría de edad, pero visitaban Chile con frecuencia. En Austin, ellos daban de su tiempo y recursos generosamente, trabajando como voluntarios en el Hospital Brackenridge y en el programa de entrega de comidas a domicilio “Meals on Wheels,” y grabando libros en inglés y español para la Escuela de Ciegos. Renato traducía documentos legales y judiciales, trabajaba para el Proyecto de Asilo Político de Austin y servía como voluntario en Casa Marianella, un refugio para inmigrantes latinoamericanos.

Chile tiene ahora una Presidenta, Michelle Bachelet, cuyo padre murió a manos de la junta militar. Ella y su madre fueron encarceladas y luego vivieron en el exilio por muchos años. Renato Espinoza pudo haber salido de Chile abatido por el golpe militar, paralizado por el temor. En vez de ello, el mantuvo viva la historia de la resistencia de Chile. Junto a muchos otros, él ayudó a dar vuelta la opinión internacional en contra de la dictadura. Y nos enseñó aquella estrofa vibrante del himno de batalla de la Unidad Popular: “El pueblo unido jamás será vencido.”

En Chile, particularmente durante los oscuros días de la dictadura, el pueblo recordaba a los que habían muerto o eran detenidos desaparecidos diciendo sus nombres a voz en cuello y respondiendo: “¡PRESENTE!”

¿Compañero Renato Espinoza?

¡Presente!


Este artículo apareció en inglés en la revista The Texas Observer.

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